Yo me morí.

                                      A su debido tiempo te darás cuenta                                                                       de que tu verdadera gloria reside                                                                                 donde cesas de existir. Ramana Maharshi (1879-1950)

  • Yo nunca quise ser sanador. Yo nunca busqué ser sanador. Ni tan siquiera sabía que existía una cosa llamada así. No conocía a nadie relacionado con ese mundo y menos a ningún profesional de la sanación. Nuestro abuelo era médico y abrió su clínica en 1921, nuestro padre era médico y continuo en 1959 con su clínica, otro de nuestro hermano sigue los pasos familiares desde 1998 y otros tres hermanos están formados y son profesionales sanitarios.

Era el mes de agosto y yacía completamente desnudo sobre una camilla del hospital de mi ciudad. Estaba rodeado de médicos y enfermeras con mascarillas y guantes. Tenían miedo, hace poco que se sabia de la enfermedad llamada SIDA y creían que podía padecerla. Su temor ante algo desconocido era alarmante y me interrogaban:

—¿Has consumido drogas?¿te has pinchado heroína?

—No —contesté entre susurros.

—No nos mientas que al final lo sabremos —Mientras una enfermera me miraba los brazos y buscaba entre los dedos de los pies para ver si encontraba algo—. Está limpio. No hay rastro de pinchazos —afirmó.

—¿Has mantenido relaciones sexuales con prostitutas?¿y con otros hombres?

—No —volví a contestar.

Esta vez era un médico el que me giró el cuerpo, ya apenas tenia fuerzas para poder moverme —está todo bien, parece que dice la verdad. Pero tenemos que esperar a ver qué dice la analítica.

Cada vez tenia mas frío y los ojos se me cerraban, —me pueden tapar con una manta tengo frío, mucho frío. —Fue lo ultimo que pude decir entre la tiritona y la falta de fuerzas. No sé si ellos lo llegaron a escuchar porque me ignoraron, estaban muy ocupados tratando de encontrar un diagnóstico que explicara la situación a la que había llegado ese cuerpo. Llevaba tres días vomitando y con diarrea cada dos horas. Un médico al que se le salían las canas bajo el gorro apuntaba a una deshidratación.

Mientras, cada vez tenia más frío y con los ojos cerrados sólo oía el ruido que hacia mi cuerpo al temblar sobre la camilla.Y de repente todo paró, hubo un silencio, quietud y poco a poco empecé a sentir paz. A lo lejos, pude escuchar una voz que decía —¡Hoooostiias, que se nos va!. —Pero ya sentía una paz tan agradable y reconfortante que no me importó quién era ese que se les iba. A quién le importaba.

Estaba en el sol. Era una luz cálida y dorada que lo llenaba todo con su brillo, pero no me cegaba. No tenia un cuerpo con sus limites pues pertenecía a esa luz y había paz, una paz que nunca antes había vivido y yo era esa paz, nadaba en la paz, pero sin yo. No había ningún ser querido que me diera la bienvenida, ni ángeles con sus brazos abiertos para acogerme. Solo luz brillante y paz.Y de repente algo me habló sin palabras. Era una forma de darme conocimiento, pero no un conocimiento de cabeza ni erudito. Era un conocimiento de luz, un conocimiento del ser. Cualquier palabra lo estropearía, cualquier interpretación lo pervertiría ,era el conocimiento del silencio.Y en silencio continua expresándose.Esa dicha,esa plenitud, esa luz sigue ahí. ¡¡Gracias Padre!!

Cuando sale el tema de la muerte todo el mundo tiene una opinión formada, que como casi todas las opiniones vienen de alguien que leyó yo que sé qué o que un científico ha dicho tal u otro, cual. Que si hay un túnel, que  si dios les dio una misión, o con un poco de suerte dos.Todo experiencias fritas y refritas, bla bla bla….

Yo, que me morí en aquel verano por una intoxicación de un alimento que me llevó a la deshidratación, sólo puedo decirte que ojalá te mueras pronto y vivas lo que viví.La gloria.

Gracias por leer este blog un domingo más.

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